Erkenchos, charangos y bombos hacen el llamado. Pero también se suman instrumentos “occidentales”, como trompetas, redoblantes, trombones. Es que el Carnaval de la Quebrada de Humahuaca es fundamentalmente ecléctico.
Este año, el sábado 2 se desenterrará el diablo, el Pujllay (representado por un muñeco de trapo), que un año atrás se hundió en las entrañas de la Pachamama, bajo su apacheta. Bombas de estruendo anunciarán el hecho. Pero las cosas habrán comenzado antes: dos jueves antes, los compadres se reúnen para celebrar el reencuentro, y al jueves siguiente les toca a las comadres, quienes se entretienen en divertidas copleadas relatando lo que les ocurrió a lo largo del año.
Cuando las comparsas armen la fiesta el sábado, vestidos de diablos, con cascabeles y máscaras, los lugareños (que serán imitados por miles de turistas) se vestirán con trajes coloridos y máscaras, y mientras bailen se divertirán tirándose harina, y serpentinas, mientras reparten ramitas de albahaca.
Se bebe, y mucho en esos días, cuando deseos reprimidos se liberan y se permite embriagarse sin recato, en lo que colabora el anonimato que dan las máscaras. Después de desfilar por las calles de los pueblos, las comparsas se reúnen en puntos determinados, denominados “fortín”. Allí se arman peñas y se baila hasta el amanecer.
Las opciones de hospedaje en Humahuaca están ya un poco restringidas, pero en San Salvador de Jujuy (124 km) podés conseguir habitación doble con desayuno en hotel 4 estrellas por $600.